El Pico de Orizaba se ha ocultado por las mañanas tras la calina xalapeña; a cambio, el sol se puso -como cada tarde- detrás del Cofre de Perote y me obsequió la vista de una bóveda celeste de colores cambiantes. La sesión fotográfica hubiera producido más tomas, pero fue interrumpida cuando sentí algo tibio y húmedo en mi pantorrila: ¡Duval decidió firmarme! Ese gato es de veras algo especial... y prefiero creer que lo hizo porque me considera especial también, y no sólo por hacerme rabiar.
Ni modo, ésta fue la mejor foto que pude obtener.
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