sábado, 23 de julio de 2005

Piratería... conflicto ético

Cuando consigo una copia del material de algún artista que no conozco pero me interesa conocer (por iniciativa propia o por la de alguna amistad que quiera introducirme a esa música), no siento conflicto ético alguno. Cosa muy diferente a no le comprarle su producto a un artista que realmente amo y respeto porque, en dado caso, le estaría faltando al respeto al tomar su trabajo para mi disfrute y no darle nada a cambio.

Lo cierto es que yo no le pago a alguien más lo que legítimamente le pertenece al artista. Con esto quiero decir que la música pirateada que tengo la obtengo regalada, ya que se me hace un insulto pagarle a alguien más, aunque sean "sólo diez pesos" lo que le corresponde al artista. Sin entrar en detalles de cuántos centavos le corresponden en realidad al artista por cada cd vendido, no creo que sea justo que alguien más obtenga unos buenos pesos netos a costillas de un trabajo intelectual ajeno! Eso es robo! Si yo compro un cd pirata, estoy comprando un producto robado y estoy fomentando ese robo. Ése es el delito real.

Por otro lado, considero que tengo derecho a hacer una copia (con el ánimo de difundirlo) de un material que yo ya pagué o que alguien más me regaló (e.g. no compro discos con sistema de protección anticopia porque me parece que es un abuso hacia mí como consumidora).

Alguien me quiere compartir música? Adelante! y yo lo mismo puedo hacer. Puedo compartir copias de música de mis artistas favoritos a alguien que no los conoce para enseñarle su valía. Pero si alguien se declara fan, de ningún modo lo haré: si te gusta y lo disfrutas, cómpralo!

Las cuestiones de ética son siempre difíciles...

Yo me considero una buena compradora y no compro a ciegas nada sino que pruebo antes el producto (aunque esto implique escucharlo en versión pirateada cortesía de una amistad)... por eso aplaudo a los artistas como The Cure o Billy Corgan que ponen su producto a la libre disposición del público para que lo escuchen ANTES de comprarlo. Esto no sólo demuestra la confianza del artista en su público, sino que es indicador de que el artista está seguro de la calidad de lo que ofrece, e implica que el producto de ningún modo es desechable.

Es una lástima ser tan apasionado de la música y que ésta sea tan cara. Para mí la solución ha sido escoger cuidadosamente los artistas a los que les voy a pagar (porque no le puedo pagar a todos) y tratar de darme cuenta de cuándo el trabajo de algún artista realmente lo disfruto tanto que ya es justo que le pague por ello.

Más interesante aun me parece la forma en que pagamos a los artistas que respetamos y amamos cuando se presentan en vivo.

Recuerdo vívidamente la respuesta de Robert Smith a un reportero en nuestro país cuando éste le pidió (palabras más, palabras menos) que le diera 3 razones para que en un país tan fregado como México la gente pagara $150 por su cd. La respuesta inicial de Smith fue que no entendía a qué se refería, y que no le podía dar 3 razones para comprar el álbum pero que sí le podía dar 3 razones para escucharlo; como el reportero insistiera, Smith le dio a entender que para nada iba a caer en la trampa de discutir con él sobre piratería y precios, y que él no le ponía el precio a los discos; pero como ni aun así el reportero entendió lo inútil de su pregunta, insistió hasta que todos los presentes -reporteros y colados como yo- nos volteamos y le gritamos "YAAAAAAAAAAAAAAAAAAA". Claro, esto último no lo pasaron en Telehit, y sólo pusieron la primera parte, dejando abierto el eterno debate sobre los precios de los cd's.

Sin embargo, me quedé con las ganas de decirle a ese reportero que su pregunta estaba fuera de lugar si considerábamos que el boleto más barato para ver a The Cure en vivo costaba un 50% más de lo que costaba el cd, y que si Robert Smith estaba allí contestando preguntas era porque había venido a México a dar 4 conciertos para 18,000 personas cada uno, y que los boletos se habían agotado en tiempo record; que en un país "tan fregado" como México, la gente le asignó un valor a la música de The Cure, más allá del costo de un cd, y que muchas personas gastaron sus ahorros con gusto por escucharlos tocar.

Por supuesto que, en un país de altos contrastes como lo es México, hubo quienes quitados de la pena gastaron $10,000 en boletos de primera fila y viáticos para todos los conciertos (así como hubo quienes se endeudaron para igual gastarlos), pero hubo también quienes a duras penas consiguieron para un boleto de $200 pero estuvieron allí contra viento y marea. Todo esto de acuerdo al valor que cada quién le asigan a la experiencia.

La gente paga buen dinero eso por ver y escuchar al artista original ejecutar su música (ni imitadores ni bandas tributo generan semejante interés).

Asistir a un espectáculo de este tipo no nos cuesta a los mexicanos lo mismo, en proporción, que a los ciudadanos de países más desarrollados. Esto prueba que en nuestra sociedad sí somos capaces de pagar al artista lo justo aunque sea caro.

La igualdad social y económica es una utopía, como es una utopía el pensar que todos debamos pagar lo mismo por cualquier cd, como si el contenido no rigiera su precio de acuerdo al valor que le asigna el público. Así, para mí un cd de The Cure vale mucho más de lo que cuesta, y un cd de Cretina Aguilera cuesta más de lo que realmente vale. Por tanto, yo tengo derecho a decidir a quién le pago por su trabajo y a quién no, tomando en cuenta que cada quién tiene derecho a ponerle a su trabajo el precio que considere conveniente y que el público tiene derecho a comprar o no ese trabajo.

Con todo, la realidad es que asistimos al ocaso de la industria discográfica.
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