Exceso de pastel piñatero

Hoy asístí a una fiesta cumpleañera donde los anfitriones dieron rienda suelta a una serie de excesos... esto es de dulces, piñatas y... pastel!
No cabe duda que me hago vieja: ahora la mitad de las fiestas a las que me invitan son libres de alcohol, y llenas de niñitos y bebés!
Eso sí, nunca me pierdo estas fiestas porque son las mejores ocasiones para reencontrarme con amigos a los que ya poco veo debido a las diferentes direcciones que nuestras vidas han tomado. Sin embargo, es extraño ser la amiga soltera de la fiesta.
A veces, cuando miro a mis amigas con sus hijos, me pregunto si no debería yo tener ya mis propios hijos. A algunas las veo tan felices que siento envidia de la buena.
Por otra parte, algunas no me ocultan su frustración y añoranza por la libertad perdida, y noto que son ellas quienes me envidian.
No falta por supuesto quien me pregunta que por qué aun no tengo hijos y siempre contesto que me falta el "Paso #1". Hay quien incluso se atreve a insinuar que bien podría tener un hijo sola, a lo cual respondo que me gustaría que el "Paso #2" tuviera un "Paso #1", y es que no me atrevería a engendrar un hijo al que deliberadamente privara de un padre.
Entiendo que a estas alturas del partido a cualquiera se le podría chispotear el asunto y pues... bienvenido! Pero yo decidir que quiero un hijo y buscarme quién me lo haga o -peor aun- recurrir a un banco de esperma, creo que ni loca. En primera apuesto que lo mejor de los hijos es hacerlos, y en segunda un hijo es para mí más una cuestión filosófica que biológica y, ciertamente no lo considero una "compañía" (para eso existen los gatos!) Claro que no faltó quien sugiriera adopción, pero no siento la más mínima necesidad de criar genes ajenos: eso no satisfacería mi deseo de procrear.
Finalmente, cuando la conversación versó sobre los divorcios y las crisis de pareja, yo fui la única que salió bien parada y los ojos se volvieron hacia mí con comprensión unos, y con nostalgia por la soltería perdida que yo encarnaba, otros.
Luego hablamos de política ante las inminentes elecciones. Y también hablamos de niños malcriados y educación: algunos de los niños presentes en esa fiesta serán una plaga para la sociedad, mientras que otros serán una bendición y una esperanza.
La fiesta terminó. Tuve una sobredosis de ensalada de coditos, pambazos, gelatinas, pastel y café.
Ahora me siento sobreexcitada... debe ser tanta azúcar. Pero subyace en mí una cierta depre que reactiva mis atávicos temores treintañeros y me recuerda que, quiéralo o no, como toda mujer, yo también tengo fecha de caducidad.
Eso sí, estoy segurísima de que la vida empieza después de los treinta! !
Oh, demonios... como cabía esperar, no había un solo hombre soltero en esa fiesta. Ahora, en la tranquilidad de mi casa, al pensar en este día soleado lleno de dulzura y risas, me doy cuenta que debí hacer planes para tener un noche de sábado salvaje, porque ahora tanto contacto con la bienaventurada maternidad me ha alborotado las hormonas y... me rindo ante la única desventaja de ser una mujer soltera y sin compromisos.
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