Evidentemente ya no se suicidó y lo que necesita es un poco de apoyo y quizá la confirmación de que es querido. Le reiteré mi amistad, pero duele no poder ayudar realmente a alguien que, no conforme con los golpes de la vida, insiste en autoflagelarse.
Se me encogió el corazón.
Coincidentemente, hace unos cuantos días leía un artículo sobre Jaime Sabines -maestro de maestros-, donde se incluía uno de mis poemas favoritos, un pequeño poema que es un verdadero canto a la vida, no obstante sus demoledores versos finales:
Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y verás qué hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.
Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.
El poema estaba fresco en mi mente y ahora no deja de reverberar insistentemente en mis pensamientos... cuando tengas ganas de morirte... cuando tengas ganas...
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