Él quería un gato. Buscaba compañía.
"Espera y verás,"dijo ella, pues no pensaba que fuera necesario que él se lanzara a buscar uno cuando, en su experiencia, los gatos llegan solos. "Pronto, de alguna manera, llegará un gato a tu vida: lo hallarás, te lo regalarán, lo salvarás, alguien te lo ofrecerá..."
"Acá no hay perros," pensó él en voz alta "de hecho fue lo primero que noté cuando llegué... pero hay muchos, muchos gatos... y hay una casa en particular que hiede a gato... y a la dueña la he visto por las noches llevando un montón de latas con comida a otros lugares para que otros gatos coman..."
"¡Órale! yo espero nunca llegar a tanto" dijo ella entre risas "y si me río es porque estoy pensando que, si nunca me caso, ¡voy a parecer la típica solterona con gatos!" Él se rió de buena gana ante la idea también.
"Neta que sí," continuó ella "pero ¿qué le voy a hacer si me gustan? Desde niña me han gustado... recuerdo que cuando veía un gato sentía bonito. Y me siguen gustando." Sonrió al recordar los almanaques con estampas de gatos que su abuela le regalaba.
"También a mí me gustan los gatos" dijo él. "Sí quiero uno"
"Bueno, espero no quedarme soltera toda la vida" agregó ella rápidamente, conjurando así una imagen mental no muy atractiva. "Sí quiero un marido un día, pero lo que también quiero es tener siempre un gato en casa" reflexionó. "No sé pero no concibo vivir sin un gato: ¡alguien debe guardar la casa y alejar a los espíritus extraviados, alienígenas, ratones y cucarachas!"
"Pues espera y verás," apuntó él para rematar la conversación entre las risas de ambos "pronto de alguna manera llegará un HOMBRE a tu vida: lo hallarás, te lo regalarán, lo salvarás, alguien te lo ofrecerá."
*
No hay comentarios.:
Publicar un comentario