"Nadie recita mejor la Ciudad de México que el sonido de sus autos, la asfixia de sus calles y su cielo gris", dice Netzer.
Y tiene razón.
Aunque es un placer decadente solazarse en lo que como una agonía se recita, yo seguiré visitando ese monstruo magnífico solo por escuchar su resuello bajo la siempre cambiante recitación.
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