Por fin. Supuestamente iba a postear algo aquí con motivo de mi cumpleaños, el pasado 15 de febrero; pero como después de los 30 es mejor no hacer ya mucho alboroto en estas ocasiones, lo dejé para un momento más propicio. Es mejor que las treintañeras sencillamente nos dejemos querer por todos aquellos que son tan amables de no incurrir en la inútil pregunta de "¿¿y cuáaantos cumpleeees??" Ja!
No es que me moleste contestar la pregunta, sino que he descubierto que es un curioso indicador cuando una persona se preocupa por saber la edad de una mujer evidentemente joven. Por ejemplo, cuando un adulto del sexo masculino lo primero que hace es preguntarme mi edad, inmediatamente sé que estoy ante un niño y no un hombre; y cuando un adulto del sexo femenino me pregunta mi edad, inmediatamente me pongo en guardia porque sé que no sólo estoy siendo evaluada, sino juzgada.
Tal vez me escucho vieja por hablar así, pero lo cierto es que me siento más joven ahora de lo que fui cuando aun eran niña. No sé si eso sea bueno o malo, pero lo que sí sé es que es un duro contraste ahora que estoy más consciente de todos los factores externos que conspiran para hacerle a uno sentir viejo y a punto de caducar.
Diablos... ya no diré más. La verdad es que celebré mi cumpleaños en casa, a gusto con mi familia, y me dejé querer: Comida japonesa y un enorme pastel de chocolate.
Se podría pensar que el motivo por el que apenas escribo hoy sea que hubo un mes de celebraciones, tal cual corresponde a una princesa como yo; pero aunque recibí de regalo de cumpleaños un viaje al Abierto Mexicano de Tenis y me pasé unos días maravillosos en Acapulco, no fue todo un mes de celebraciones, sino que, entre los preparativos, el viaje, el regreso y la factura intestinal que me pasó una semana después el buche de agua de la bahía que me eché una mañana, apenas hoy creo que estoy finalmente lista para actualizar este espacio.
"Feliz cumpleaños a mí"
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