Tenía años que no veía el Pacífico.
Por lo mismo, tenía años que no veía el sol ponerse en el mar.
Expresé ese deseo y fui complacida, pues llegamos a Acapulco con tiempo suficiente para no entrar a la ciudad, sino dirigirnos a Pie de la Cuesta, donde comimos en un lugar muy sencillo a la orilla del mar.
Cuando llegamos, aun faltaban "como 20 cm" para que el sol besara al mar en el horizonte y se me concediera ese pequeño capricho -espectáculo diario y singular- que el dinero no puede comprar.
El aire estaba tibio... la arena era fina y el lugar se veía tan rústico como las playas de por acá.
Escuché el mar y esperé. Pronto el sol se hizo una bolita roja... el cielo se pintó de rosa y el mar se obscureció. Cuando me di cuenta, yo estaba dentro del mar, apretando el botón de la cámara en mi pecho, mientras miraba ese incandescente punto rojo disminuir y desaparecer en un abrazo marino.
Y con ese beso vermellón se hizo la noche en la Tierra.
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2 comentarios:
Que hermoso Gaby!!!!!!!!
Magna descripción. Me quedo celoso de ese sol.
A.Y.
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