lunes, 14 de febrero de 2005

Muy grinch en un día de kitsch

Día de San Valentín.

Me pregunto qué habría opinado el buen Valentín si alguien le hubiera dicho en vida que iba a ser canonizado y que, siglos más tarde, se iba a volver el santo patrono de los fabricantes y vendedores de objetos con forma de corazón.

Oh, bueno... ya sabemos que esto del 14 de febrero es pura mercadotecnia y un buen pretexto para dejar aflorar lo más kitsch de lo kitsch que habita en nuestro corazón. Y sin embargo, de todos estos inventos gringos, el peor sigue siendo el Halloween, así que yo perdono el Valentine's Day solo porque lo más agresivo que implica es peluche y ciertopelo (perdón, terciopelo).

Pero claro, yo no le digo nunca que no a los regalos aunque, como yo ya estoy grandecita, prefiero que no sean de peluche... y hay muchas cosas que me gusta que me regalen ;o)

Ah, y ni madres que me dejo arrastrar a ningún lugar público en esta fecha! Es lo peor de lo peor. Por si no fuera suficiente la melcocha que exhibe todo mundo, mi sociopatía se exacerba porque todos los lugares están atascadísimos!

Creo que no son tanto los corazoncitos rojos en todos lados lo que me choca, sino la gente!!!!

Oh, hell! Qué grinch me estoy oyendo... Anyway, queridos lectores, que pasen todos un bonito día y una bonita noche en compañía de la persona que aman (una bonita madrugada también, si pueden), y quienes no tengan compañía, pues ya, qué importa? Ya llegará un día la persona indicada :o)

Me quedo pensando en una de las más bellas canciones de amor de Mr. Smith. Un himno al amor y al empalague!! Oh sí... hasta Mr. Smith es empalagoso cuando se lo propone :o) Así que, por qué no? Viva la melcocha y feliz Día de San Cupido!!!

HALO
(Halo)

Nunca antes me sentí así con nadie
Sólo tienes que sonreir y me mareo
Haces que el mundo gire
A mil vueltas por hora
Sólo toca mi cabeza
Y mándame girando

Nunca antes me sentí así con nadie
Me muestras colores y estoy llorando
Retienes mis ojos en los tuyos
Y abres el mundo
No puedo creer todo esto

Quiero conservar este sentimiento
Muy dentro de mí
Te quiero siempre en mi corazón
Tú lo eres todo

Nunca antes me sentí así con nadie
Me llenas la cabeza a rebosar de arcoiris
Y el final de todos los arcoiris
Es cada paso que das
Sólo para estar contigo por siempre

Quiero conservar este sentimiento
Muy dentro de mí
Te quiero siempre en mi corazón
Tú lo eres todo

- "Halo", Robert Smith
The Cure, lado b de "Wish", 1992
(Traducción: Ms.Mtrx)

sábado, 12 de febrero de 2005

Requiem por un tío genial

Anoche volvimos de la Ciudad de México.
Fue un camino de lágrimas...Mi madre deshecha por haber perdido a uno de sus "tesoros", su hermano... mi papá angustiado por la pena de ella y por haber perdido a su "compadrito".
A mí se me rompió el corazón la noche del miércoles, cuando mi papá me dijo que mi tío Lalo se había ido...Y es que el tío Lalo era un tipazo.
Él fue de esos hombres que dejan huella en los demás. Curiosamente, él no fue nunca una caja de virtudes: entre más fallas que lo hacían humano tenía, más resaltaba ante todos su genialidad.
El tío Lalo murió a los 65 años. Y murió joven. Se negaba a que sus nietos le dijeran "abuelito", porque en todo caso él era un "abuelo".
Trabajó en todo y se educó en la escuela de la vida... pero la gente le decía respetuosamente "arquitecto".
Líder de barrio de niño; en la tienda de abarrotes de mi abuelo hacía conservas y estibaba las cajas, pero después se marchó de casa y recorrió el país construyendo carreteras y emprendiendo todo tipo de aventuras.
Trabajó en la aduana de México durante aquellos sexenios de negras transas y se retiró para montar su propio negocio de marbetes: cada vez que yo abría una botella de vino y rompía el marbete de Hacienda, sabía que era muy probable que esa botella hubiera pasado por la bodega de mi tío y que quizá fueron sus trabajadores o incluso él mismo quien le puso el marbete con sus manos.
El tío Lalo siempre estaba inventando cosas: era un buscador de soluciones. Su taller lleno de las cajitas de madera, cofres, alhajeros, flores en sus tiestos y mil otras piezas que fabricaba con su caladora, así como montones de proyectos que se le ocurrían constantemente, para los cuales no había imposibles. Fumaba empedernidamente y sostenía el cigarro con el índice y el anular porque hace unos años se había volado el dedo cordial de la mano derecha con un disco (de una esmeriladora o de una sierra, no sé)... y sin embargo, cuando decidió que quería vivir para sus nietos, dejó el cigarro de golpe. Pero ni eso valió al final: una afección de coronaria nos lo arrebató inesperadamente.
La dulce joven con la que se casó, hace 44 años, lloraba ahora desesperada, como la niñita que entonces fue, por la pérdida irreparable de su compañero, su "gran hombre", y los hijos de la hermana de ella (viuda desde hace una década), lloraban en mi hombro por la pérdida de su segundo padre.
No tuve palabras de consuelo para mi prima y mi primo quienes, a pesar de ser ahora padres de familia, se sentían desamparados y sin guía, privados de un gran amor... y sólo nos abrazamos y lloramos nuestra pena.
Los grandes hombres no tienen por qué ser como los héroes de las novelas: los grandes hombres viven su vida a su manera y ofrecen a los demás lo que tienen sin cuestionar ni pedir retribución... los grandes hombres aman y son amados por su honestidad y ser quienes son.
"...en mi mundo todo está bien" era la frase final de una anotación encontrada por mi madre en su agenda. Mi tío Lalo vivió como quiso y a todo el mundo le extendió la mano. No era un santo, y en ello residía su mayor virtud.
"¿Qué hay, chica?" me decía, y cuando pienso en él lo veo sonriendo. A veces con su cola de caballo y su cigarro como antaño, a veces con sus pantalones y el pelo cortos, pero siempre con sus ojos brillantes, relucientes aun cuando mentaba madres.
Quisiera escribir una mejor elegía para él, recordando su sonrisa y sus bromas, porque él era un hombre increíble... pero ya estoy llorando, y quizá por hoy deba terminar simplemente repitiendo lo que dije en su servicio fúnebre, cuando mi primo pidió a los presentes que, si tuviéramos algo que decir de su padre, lo hiciéramos con una sola palabra que lo definiera... SORPRENDENTE.