jueves, 28 de octubre de 2004

Sombra escarlata

Si el color de la sombra de la Tierra es el de todos los atardeceres, escarlata y naranja es.

Un manto sombrío cubrió el albo rostro de la Luna esta noche. Un manto teñido del color de la sangre seca vino y se fue, revelando a su paso el volumen de la Luna -esférica-, no la deslumbrante luminaria plana que suele ser.

Debería usarse el nombre "rojo eclipse lunar" para denominar a esa gama de colores tan rica, tan profunda y evocadora de sentimientos básicos y primitivos.

La Luna, que mueve a las mareas -de sangre y de sal-, se tiñe de un rojo denso en noches como la de hoy, y los que la vemos desde la superficie de la Tierra a oscuras no podemos más que admirarla y abrir ante ella los ojos y el corazón.

Después de haber visto menguar la blanca luz lunar y de nuevo crecer, con el recuerdo de esa transparencia como de acuarela escarlata fijo en mi corazón, cerraré los ojos y, con estos pensamientos de claroscuros celestes, dormiré, sabiendo que soñaré sueños de sangre que, al despertar, no recordaré.
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