sábado, 10 de diciembre de 2005

Bajo la sombra de El Chopo

El famoso Chopo. No vi ningún álamo negro, pero sí muchos ramos de rosas negras sostenidos por hermosos jóvenes dark que las ofrecían en venta a la concurrencia: negras sus vestimentas, negros sus cabellos, negro el kajal en sus ojos... y morena su piel.

El sábado pasado, Ángel Gleason y su esposa Mary fueron mis guías de turistas en ese bastión obscuro de la Ciudad de México conocido como el Tianguis de El Chopo.

No llevaba mi disfraz de gotichica para la ocasión, pero eso no me preocupaba realmente. De todas maneras cualquier gotichico podría acusarme de poseur, cosa que me tiene sin cuidado, por supuesto ("te veías fresa" opinó Gleason sobre mi look el miércoles previo en el concierto de Bauhaus, y no lo culpo: vestía una blusa de terciopelo púrpura comprada en el Palacio de Hierro -soy totalmente Palacio- y joyería de Gustavo Helguera, entre otros accesorios).

Como sea, la variedad de atuendos darkies en el lugar era atractiva. No me compré nada porque los que estaban suficientemente fresas como para satisfacer mi romántico gusto eran en tallas pequeñas. Sin embargo encontré en el primer puesto una playera con el logotipo de la última gira de The Cure, misma que no me compré en los conciertos del año pasado porque sólo la había en tallas de hombre, pero aquí había una de mujer por tan sólo $50! Bien. Primera buena compra.

Después vi unos bonitos viniles que hubiera comprado para enmarcar, pero no me decidí. Mejor compré un boot de Mty '92 en una versión diferente al que ya tengo y con buena presentación.

No nos detuvimos a escuchar el toquín que se desarrollaba al fondo del tianguis, ni nos mezclamos entre los asistentes que intercambiaban material en el extremo más lejano (hacía un solazo que no sé cómo los pseudo-vampiros que deambulaban por allí cubiertos con pesados ropajes de terciopelo podían soportar), pero le dimos dos vueltas al tianguis y, para conmemorar mi visita en tan agradable compañía a ese obscuro rincón de México, decidí pedir un tatuaje de henna para mí y otro para Mary.

Del catálogo de figuritas escogí para mí una pulsera a la que le agregué cure con la tipografía del Wish. Me gustó mucho. Esa noche en el Café 2o. Piso todo mundo me preguntaba con admiración si era un tatuaje "real". Vaya! No! no, no... ¿cómo puede alguien pintarse permanentemente un adorno sobre la piel? Supongo que sí soy fresa, pero por muy curehead que pueda ser, jamás renunciaría a lucir un precioso vestido de noche que mostrara grandes superficies de mi piel l-i-m-p-i-a.

Salí de El Chopo satisfecha con mis compras y mi tatoo. Mary y Ángel son geniales... hacen una linda pareja! Me la pasé de pelos en ese otro mundo que florece bajo las sombras, a una corta distancia del Metro donde finalmente nos despedimos. Habríamos de volver a vernos más tarde en Azcapotzalco, para el evento de Escarlata programado para esa misma noche, pero en realidad el episodio de 24 horas non-stop comenzó ese sábado temprano en El Chopo de la manera más ad hoc posible.
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